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martes, 14 de octubre de 2014

Si la dejas...

«La soledad ahoga.»

He leído esas tres palabras muy a menudo, y siempre pensé que, juntas, eran poco más que una exageración. Hasta hoy.

Hoy la siento cerca, pegada a mí, tratando de asfixiarme, de reducirme a una masa abstracta y llorosa. Es como si estuviera en una piscina, con el agua a la altura del cuello... Aunque, más que a una piscina, la soledad se parece más al mar, con sus corrientes, sus olas, y sus miles de peligros ocultos bajo la superficie aparentemente calma. Te arrastra, te empuja, te golpea, te hiela, te muerde, te pica, te come, te mata.