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lunes, 8 de diciembre de 2014

Ella.

Ella va cogida de su mano, mirando al frente para no tropezar, pero sin dejar de darle conversación. Se ríe, y a él le encanta su risa, y la verdad es que lo contrario sería un problema, porque ella se ríe todo el tiempo, y por cualquier cosa. A él le parece una persona feliz.

Sus pasos les guían hasta un paseo lleno de hojas secas, y ella se detiene un momento a observarlas. Por encima de la bufanda que le cubre media cara, sus mejillas sonrosadas dejan entrever una sonrisa traviesa, y sus ojos han adquirido ese brillo pícaro que significa que va a hacer algo seguramente poco adecuado. Suelta una risita que es casi un gorjeo y desenreda sus dedos de los de él mientras le mira; después, coge impulso y le da una patada a las hojas. Se le escapa un gritito de alegría cuando las ve elevarse delante de ella, y ríe de nuevo; otro puntapié, y más hojas alzan el vuelo.

Ella se gira para mirarle, y él niega con la cabeza, sonriendo. Está totalmente seguro de la cordura de la chica, pero no deja de sorprenderle esa extraña capacidad que tiene para disfrutar de cualquier cosa igual que una niña de seis años, y aun así ser capaz de entenderlo todo con su cerebro de mujer de veinticinco. Ella corretea a saltitos de vuelta a su lado, y le abraza, aferrándose a él como si fuera a caerse en la sima más profunda de la Tierra, o como si temiera que él fuera a desvanecerse como la bruma de la mañana si no le estrecha lo suficientemente fuerte. Lo que ella no sabe es que ese abrazo es lo que mantiene unidos todos los huesos y  los músculos de él, que es lo único que impide que se difumine como el humo de un cigarro a punto de consumirse.

Ella le mira a los ojos desde un palmo más abajo, acurrucada contra su abrigo; se le ha bajado la bufanda, y ahora él puede ver cómo sonríe, como si nada en este mundo pudiera hacerla más feliz. Y es que ella tiene una de esas sonrisas sobre las que se escriben canciones. Él se inclina y deposita un beso sobre su nariz enrojecida, y a ella se le escapa una risita baja, después se pone de puntillas y atrapa los labios de él entre los suyos, dejándole bien claro que su etapa de niña pequeña quedó muy atrás. Él ya lo sabe, pero le encanta que se lo recuerde así.