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domingo, 19 de octubre de 2014

Ojos de Sirena.

” [...]

Scorpius empezó a emerger de entre las brumas del sueño, y, con él, el dolor y el cansancio acumulado despertaron también. No sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente, ni tampoco dónde estaba o cómo había llegado hasta allí, si bien la verdad era que tampoco le importaba mucho en ese momento… ¿Estaba vivo realmente, o acaso se había ahogado en aquellas aguas negras y furiosas, cuando el barco había empezado a hundirse? Suponía que el hecho de que le doliese hasta el pelo debía significar que aún no había ido a hacerle compañía al cofre de Davy Jones. Dioses, estaba agotado, y los párpados le pesaban como balas de cañón, pero se obligó a sí mismo a abrirlos, pues, de cualquier forma, tampoco podía seguir durmiendo: estaba en lo que parecía un camarote bastante amplio y bien iluminado, cosa que hirió la sensibilidad de sus retinas, obligándole a parpadear; cuando su visión se aclaró al fin, pudo distinguir que estaba rodeado de mujeres, algo que hizo que se incorporase de golpe y se marease. Gracias a la rapidez de sus movimientos y su consecuencia, estuvo a punto de caerse de la cama, pero consiguió mantenerse arriba en el último momento, y, cuando el camarote dejó de dar vueltas, observó con precaución a quienes le rodeaban: dos rubias muy parecidas y escasas de ropa, bastante bien dotadas y con un desagradable aire de superioridad, fueron las primeras en las que centró su mirada verde oscuro, pero había visto tantas como ellas, que apenas se paró a fijarse en los detalles. Sin embargo, la mujer que estaba justo al lado de las rubias era otro cantar: los rayos del sol arrancaban destellos dorados a su cabello castaño e iluminaban tenuemente su rostro, como si tuvieran miedo de brillar con demasiada fuerza sobre aquella piel perfecta… Y sus ojos… Mirándolos, Scorpius sólo podía pensar en las sirenas de las leyendas, pues aquel azul aguamarina tan similar al mar que adoraba parecía querer arrastrarle hasta el fondo y retenerle allí para siempre. [...] “