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miércoles, 4 de mayo de 2016

"The Russian", 3.

-Normalmente sí –Mak asintió una sola vez, y después volvió a centrarse en lo que le había llevado hasta allí-. Necesito una toalla.
Ana frunció el ceño ligeramente, como si algo no le cuadrase, pero después asintió y se levantó.
-Claro… Están en mi armario –dijo, mientras entraba en la primera de las habitaciones; él la siguió, y distraídamente se preguntó si en algún momento tendría que dormir con ella, o hacer algo más. Sacudió la cabeza, tratando de no seguir ese hilo de pensamiento, y entonces fue consciente por primera vez del aspecto que tenía el cuarto de Ana. Supuso que un tornado habría dejado un poco más de orden a su paso.
-¿Puedo usar tu jabón? –le preguntó, mientras cogía la toalla que ella le ofrecía. Ana asintió.
-El cesto de la ropa sucia está al lado de la ducha –dijo-. Y la lavadora está fuera, por si no puedes esperar.
-Gracias –dijo Mak, y la palabra le pareció extraña en su boca. Rara vez agradecía nada explícitamente, pero en aquel momento consideró que era lo más apropiado.
-No hay de qué –Ana le sonrió un poco, y Mak fue consciente por primera vez desde que había llegado de que quizás a ella le hacía tan poca gracia la idea de casarse como a él, pues estaba bastante tensa y cortada, algo que, si tenía en cuenta lo que le había contado Ángel, debía de ser bastante raro.
Se dirigió de nuevo al baño, cerró la puerta y se quitó la ropa; se metió en la ducha y dejó que el agua le golpease en la cara, helada al principio, cosa que le despejó un poco. Aunque realmente le apetecía pasar los próximos cien años bajo el agua caliente, el cansancio le atacó con ferocidad, así que se lavó con rapidez, se secó y dejó la ropa sucia en el cesto. Tenía suficiente  como para aguantar un par de días, así que no le corría prisa lavar aquella. Aunque normalmente se paseaba por su casa desnudo, ahora que tenía que convivir con alguien que, además, era una completa desconocida, decidió que lo mejor que podía hacer era anudarse la toalla a la cadera; cuando salió del baño y se topó con Ana justo de frente, supo que había tomado la mejor de las decisiones, pues la chica se puso roja y desvió la mirada con rapidez, casi como si le diera miedo. Mak alzó ambas cejas, sorprendido, pero no dijo nada y se apresuró a entrar en su habitación y cerrar la puerta; sacó unos calzoncillos de su bolsa, se los puso y se acostó, dejando tirada la toalla en el suelo. Por el momento, todo le daba igual, ya lidiaría al día siguiente con lo que fuera, ahora sólo quería descansar… E, increíblemente, se quedó dormido a los pocos minutos de meterse en la cama.

Ana se quedó un momento en su habitación después de que Mak saliera, pues se sentía un poco avergonzada por tenerla tan desordenada. Como normalmente no había nadie más en la casa, no se molestaba en recogerlo, y ya se había acostumbrado a dejar la ropa del día anterior hecha una bola sobre la cama, que normalmente acababa en el suelo a la mañana siguiente después de que ella se moviera en sueños. Pero tendría que volver a los buenos hábitos ahora que parecía que Mak se iba a quedar allí indefinidamente, así que quitó de en medio todo aquello que no estaba en su sitio, cogió la ropa sucia y fue a llevarla al baño, pensando que él ya habría salido, ya que no oía correr el agua. Pero estaba equivocada, como comprendió justo cuando salió de su habitación y se encontró con Mak en la puerta del baño, cubierto sólo con una toalla; desvió la mirada rápidamente, pero tuvo tiempo de captar una más que nítida instantánea mental del aspecto que presentaba.
Hijo de puta, está como un puto tren, fue todo lo que su bloqueado cerebro pudo procesar antes de enviar la señal a sus piernas para que respondieran; se metió en el baño sin encender siquiera la luz y metió la ropa en el cesto. Después, fue al salón y cerró con llave y cadena la puerta principal, recogió los envases vacíos de los yogures y los tiró a la basura, apagó las luces y corrió de vuelta a su habitación. Le costó conciliar el sueño, y no se sintió un poco más relajada hasta que echó el cerrojo de su puerta.



(Continuará...)