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domingo, 19 de octubre de 2014

El Matón y la Niña de los Gatos.

” [...]

-Gracias, por cierto –dijo, mirándome desde arriba. Yo sólo asentí, y hubo un momento de tenso silencio. Louis seguía mirándome, como si estuviera esperando a que yo hiciera o dijera algo, y la verdad era que me moría de ganas de hacerle un millón de preguntas… Pero no tenía ni la menor idea de por dónde empezar.

-¿Y bien? –dijo, con tono impaciente, a la vez que se cruzaba de brazos.

-¿Y bien, qué? –pregunté yo, un poco confundida. ¿Qué demonios quería que hiciera? Porque la opción de huir no era factible y, al margen de eso, estaba lo suficientemente tensa como para no tener ni idea de en qué emplear el tiempo que estuviera retenida.

-Que qué quieres hacer hoy –dijo Louis, con voz cansina. Me pensé la respuesta un momento.

-No sé… ¿Puedo irme de aquí? –pregunté, por si colaba. Él bufó, intentando ocultar la risa, pero no pudo evitar que apareciera una sonrisa en su cara.

-No –dijo- A menos que seas Superman, claro.

-Ultrawoman, en realidad –le corregí, distraídamente, mientras alisaba un poco mi pijama- Sigo siendo una chica, aunque no te lo creas… Y Superman era un hombre.

-Eres muy friki, ¿lo sabías? –dijo él, con burla- Eso, o muy creída.

Me encogí de hombros y me levanté, mientras le miraba a los ojos; le llegaba por la barbilla, pero así me intimidaba menos que desde más abajo.

-Puede ser, pero al menos tengo buen gusto para vestir –dije, con malicia. Mi intención era devolverle el pique, porque realmente me gustaba cómo iba vestido… Louis era muy atractivo así, a la luz del sol. Parecía otra persona. Pero no podía evitar pensar que no dejaba de ser un matón que estaba al servicio de los tipos que me tenían secuestrada.

-Perdona, niñita, pero no soy yo quien lleva un pijama de gatos –dijo, cruzándose de brazos, con una sonrisa maliciosa.

-¡No son gatos! –le espeté, tras darme cuenta de que la noche anterior había cogido mi pijama de los Looney Tunes. Así de cansada estaba, que no recordaba la mitad de lo que había hecho- Es EL gato. Es Silvestre.

-¿Quién? –preguntó él, un poco confundido, mientras descruzaba un poco los brazos. Suspiré con exasperación.

-Silvestre, el de los Looney Tunes –dije, como si fuera muy obvio, pero él parecía seguir sin saber de qué le estaba hablando- Ya sabes, ese que siempre estaba intentando comerse a Piolín, el pájaro amarillo con la cabeza enorme…

-No insistas, no sé quién es ese gato, no le he visto en la vida… Y el pollo tampoco me suena –dijo Louis, negando con la cabeza y mirándome como si estuviera medio loca.

-¡¿Pero cómo no vas a saber quiénes son?! –solté, impresionada. No podía creerme que no les conociera, era absolutamente impensable para mí- Tienes que haber oído hablar de ellos… Estoy segura…

-Que no, y para ya, o acabarás por convertirme en un friki como tú –me dijo, con una sonrisa indulgente.

-La frase: «Me pareció ver un lindo gatito», ¿no te dice nada? –le pregunté, en un último intento desesperado por que lo recordase. Estaba segura de que, en su infancia, tenía que haber visto dibujos animados.

Se quedó callado un momento, y después pareció recordar algo.

-Sí, me suena mucho –dijo, como alucinado- Pero no sé de qué… ¡Ah, sí! ¡De que estás como una cabra!

Y estalló en carcajadas. [...] “