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jueves, 9 de octubre de 2014

Depredador.

Hacía tiempo que los conocía. Mucho. Tanto, que había perdido la cuenta de los años. Y no los vio venir… No habría podido, nunca, jamás de los jamases, prever que aquellos ojos oscuros la atraparían como una tela de araña atrapa a una mosca despistada. Pero allí estaba, revolviéndose y pataleando, igual que el insecto, para poder librarse de aquel extraño embrujo que la mantenía pegada a unos irises familiares, y a la vez tan absolutamente desconocidos…
Ahora los veía con una nueva luz, a través de un cristal totalmente diferente… Los encontraba magnéticos, hechizantes, profundosatrayentesmisteriosos, h e r m o s o s… Como sólo pueden serlo los de un depredador.

Él había conseguido arrinconarla sin siquiera pretenderlo, sólo con aquellos dos ojos oscuros, y ella se había convertido en presa sin darse cuenta, se había quedado mirando demasiado tiempo en el momento indicado, y había caído en la trampa de un querubín regordete armado con un arco y un carcaj lleno.

Nunca una presa tuvo tantas ganas de ser cazada.