La culpabilidad suspiró tras los ojos de Helena mientras las llamas reducían Troya a escombros y cenizas. Había sido su amor el que había acabado con tan poderosa ciudad, el que había destruido miles de vidas y había entregado otras tantas almas a Hades, hasta el punto de que Caronte se estaba planteando demandar a Afrodita por explotación laboral.