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martes, 13 de enero de 2015

La Mansión.

Natalie cerró la libreta, pero dejó el dedo marcando la página por la que iba, y miró una foto de la mansión que se había descargado de internet: era verdaderamente grandiosa... Parecía estar totalmente intacta, lo cual era todo un mérito teniendo en cuenta los años de abandono, y conservaba ese aire majestuoso típico de las construcciones europeas de finales del siglo XVII. A pesar de todo, también tenía un aire inquietante: los grandes ventanales parecían cuencas vacías que miraban directamente a los ojos de quienes las observaran; la ennegrecida piedra gris de los muros le otorgaba un toque siniestro al conjunto de gárgolas que vigilaban desde el tejado y los balcones, y el descuidado jardín parecía querer esconder todas las desgracias que habían ocurrido allí. La enorme puerta de la verja, que prohibía el paso a toda persona ajena a la propiedad, había perdido la mayor parte de la pintura negra que la recubría, y se había oxidado. En general, parecía que la gran mansión pedía a gritos que nadie se acercara a ella.

«Tétrica» pensó Natalie, concentrada en la fotografía. «La palabra adecuada para describirla es tétrica».

Volvió a guardar la foto en la libreta, y ésta en el bolso; después, se recostó contra el asiento, inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud. Esperaba no encontrarse con fantasmas de verdad en aquella casa, realmente lo hacía, porque ¡por Dios! ¿Cómo demonios iba a enfrentarse a uno? ¡Eso no se lo habían enseñado en la revista! De hecho, la verdad era que en «Paranormal Exists» había muy poca gente que realmente creyera en cosas de ese tipo… Lo cual, si uno se paraba a pensarlo, era bastante deprimente. Que ella recordara, nunca habían tenido un suceso paranormal real, sino que todos habían sido montados por especialistas con un ordenador… ¿Qué iba a hacer si esos seres existían? ¿Y cómo se manifestaban realmente? ¿Cuáles eran sus señales más típicas? 

«Mierda» se dijo, abatida. Aquella mansión sí parecía embrujada, y, si sólo verla en una foto ya le ponía los pelos de punta, no quería ni pensar en lo que le pasaría cuando la tuviera delante de sus narices. Natalie maldijo para sus adentros, tratando de no escandalizar al hombre que estaba sentado a su lado, aunque… Sí, lo más probable es que el tipo no se enterase de nada, porque estaba profundamente dormido. Ella suspiró y volvió a centrarse en el trabajo: todo el mundo en Northmanville aseguraba haber visto u oído algo extraño en los alrededores de la mansión, al menos una vez en su vida… Lo cual aumentaba las probabilidades de encontrarse con un fenómeno paranormal ¿a cuánto? ¿A un noventa por ciento? Eso, o alguien le contagiaría su locura y acabaría viendo gnomos verdes montados sobre unicornios moteados.

«Mierda».

Tendría que armarse con una aspiradora o algo, como Christina Ricci en «Casper», o quizás poner en marcación rápida el número de los «Cazafantasmas», por si acaso. ¿Cuál era…?
«Echa el freno, muñeca» pensó, de repente «¡Son fantasmas! Se supone que traspasan paredes, así que, en teoría, no pueden hacerte daño».
Pero eso no la tranquilizó en absoluto, así que se repitió varias veces que, quizás, todo fuera una invención de los vecinos, que querían ver y oír cosas que, en realidad, no existían. 
«Ya, ya… ¿Y todos, absolutamente todos, están paranoicos? No te lo crees ni tú, guapa» dijo una vocecilla interior que le crispó más los nervios. Definitivamente, debería dejar de comerse la cabeza, o acabaría volviéndose majareta. Aunque también podría ser que se lo hubieran inventado todos con la finalidad de atraer más turistas; había que valorar todas las posibilidades…