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sábado, 3 de enero de 2015

"Mala suerte, zorra."

Odeth caminó con paso firme entre las ruinas del interior de la catedral; no muy lejos, Satán brincaba de un lado a otro mientras cazaba ratas, más por diversión que por hambre. Había decidido llevarle a aquella “misión” porque estaba segura de que iba a resultarle muy útil. Odeth sonrió con maldad. Su fuente habitual le había informado de que una de sus víctimas solía pasear por allí a menudo, la mayoría de las veces acompañada de un grupito de turistas curiosos, pero otras, como aquella, completamente sola. La había visto salir del pueblo, cargada únicamente con una mochila y un bastón de senderista, y se había adelantado para esperarla entre aquellas ruinas, totalmente dispuesta a darle la sorpresa de su vida... Mejor dicho, la última sorpresa.
Ah, sí, la pequeña Mandy moriría ese día. Aquella maldita zorra se había dedicado a hacerle la vida imposible durante demasiados años, y ahora había llegado el momento de que saldase su deuda con su sangre.
Vio a Satán quedarse quieto durante un par de segundos, mirando hacia una de las aberturas más grandes de los muros de la ruinosa catedral, y supo que Mandy estaba al caer. El tigre negro dio un poderoso salto desde el agujero en el que se encontraba, y se subió al altar, tras el que se ocultó; por su parte, Odeth, con una macabra sonrisa, se sentó sobre la mesa de mármol, a la espera.
“Esto va a ser muy divertido” dijo Tenia, en su mente, con tono cruel, en cuanto vio entrar a una chica delgada, morena, y más bien bajita.

Lo primero que hizo Odeth nada más verla, fue soltar una gran carcajada de felicidad, lo que provocó que la recién llegada diese un brinco, y retrocediera un paso. En ese momento, Satán salió de su escondite, y en dos saltos se colocó tras ella, impidiéndole la retirada y mostrándole sus largos y afilados colmillos. Mandy se cayó de culo sobre el arroyo que había un poco más abajo, y Odeth aprovechó su oportunidad; dejando que Tenia la poseyera sólo en parte, hizo brotar dos alas negras de su espalda, y se impulsó, levantando el vuelo y dejándose caer con un suave y amplio planeo sobre su víctima.
-Hola, Mandy –dijo, mirándola a los ojos con odio, sonriendo como la depredadora en la que se había convertido. La chica apenas podía contestar, tan impresionada estaba.
-¿Wi-Williams? –consiguió decir. Odeth sonrió más.
-Sorpresa, zorra –dijo la pelirroja, a la vez que desenvainaba sus dos afiladísimas dagas, y le clavaba una en cada brazo, hundiendo la punta en la roca que había debajo, anulando cualquier posibilidad de huida. La morena chilló como un cerdo-. Quiero que sepas que vas a sufrir tanto, que me vas a suplicar que te mate... Pero adivina qué... No lo haré. Te dejaré aquí, mientras agonizas... Espero que en tu próxima vida recuerdes que no debes joder a nadie, porque puedes encontrarte con otro como yo, otro que decida tomarse la justicia por su mano...
Con una de sus garras, cortesía de su demonio interior, le hizo un profundo corte que iba desde el pecho hasta el abdomen. Mandy seguía chillando, aterrada. Odeth reía con cada gota de sangre que veía caer; chasqueó los dedos, llamando silenciosamente al tigre.
-Toda tuya –dijo, dirigiéndose de nuevo hacia el altar.
“Seguramente, esto sea lo más parecido a sentirse Dios” pensó, ladeando la cabeza mientras veía a Satán devorar el cuerpo de la chica, que seguía chillando. Pero nadie la oiría, nadie correría a salvarla.
“Mala suerte, zorra” dijo Tenia, riéndose.