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jueves, 6 de noviembre de 2014

Cuando mis ideas bailan un vals.

Me están bailando las ideas, y ya no sé lo que digo, ni lo que pienso... Es un baile lento y repetitivo, como un vals.

Avanzo un paso al verte, al reconocer tu cara y tus ojos, siempre tan brillantes. Pero es que tu cuerpo me llama también, me exige que le preste atención, que le mire, que le toque, que le desnude. Me lo ordena casi con urgencia, y yo sólo quiero obedecerle.

Giro. Aquí estás, mirándome tan de cerca que parece que quieras retener cada detalle de cada poro de mi cara, y yo sonrío como la idiota feliz que soy. Tú sonríes también, casi más ampliamente que yo, y no entiendo esta situación, pero me siento tan bien, que me da igual.

Tampoco consigo entender por qué causas este efecto en mí; yo no sé bailar el vals, pero tu sola presencia enseña a mis ideas a moverse como si lo hubieran practicado toda la vida, como si fueran profesionales... Como si no existiera nada más que ese baile lento y repetitivo, cuyos pasos son mirarte, tocarte y amarte.