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miércoles, 12 de noviembre de 2014

"Am I nothing?"

Iban a encerrarla. Se la estaban llevando a rastras por un pasillo mal iluminado, e iban a encerrarla y a alejarla del mundo que amaba.
Estaban encerando el suelo con su vestido mientras tiraban de ella, que no se estaba resistiendo; sabía de sobra que era inútil, y que ya no había nada que pudiera hacer.
Oyó el chirrido de las bisagras oxidadas antes de ver la puerta, y la luz entró a raudales en el corredor, ahuyentando la oscuridad por un instante; la empujaron dentro de una habitación, y la sujetaron delante de una cuna blanca, obligándola a mirar a su bebé. Era tan hermoso... Aquel pequeño ángel la observaba con sus grandes ojos azul oscuro, haciendo un puchero en una muda súplica por que le sacara de allí. Ella también quería llevárselo, quería marcharse con él lejos de aquel horrible lugar, pero ya no podía ayudarle... Tan sólo pudo contemplar su carita de querubín mientras la arrastraban de nuevo hacia el oscuro pasillo de antes, sin siquiera ser capaz de articular palabra o sonido alguno.
La dejaron apartada en una esquina, tirada sobre el frío suelo de linóleo azul; había un par de personas a su lado, y creía conocer a una de ellas: un hombre grande, de mirada perdida. Pero esta vez él sabía bien lo que estaba viendo, y sus ojos expresaban una compasión y una pena infinitas.
Y entonces ella lloró. Se abrazó a él, y lloró desesperadamente.

Mientras tanto, justo tras ellos, un hombre observaba la escena a través de un cristal de seguridad, la única barrera entre los pacientes del psiquiátrico y los visitantes cuerdos. Su hermoso rostro estaba contraído en una mueca de dolor; sus ojos, del color de la medianoche, fijos en el cuerpo sollozante de la mujer; y su cuerpo de Hércules se apoyaba, impotente, contra el cristal.
Sufría.
Sufría por ella, por verla tan mal, y sufría por él, por no poder estar ahí, abrazándola y ofreciéndole consuelo... Golpeó la barrera transparente con sus grandes puños, tratando de llamar la atención de la mujer.
Pero ella no se dio cuenta.
Una lágrima recorrió la perfecta mejilla del Hércules, enredándose en su barba de dos días, mientras  veía cómo la mujer a la que amaba, aquella por la que daría todo, se rompía en mil pedazos que él nunca podría volver a juntar.

Ella lloró, incluso cuando ya no le quedaban más lágrimas.
Le habían quitado a su pequeño, su única razón para existir, y se sentía totalmente vacía. Vagamente, se preguntó dónde estaría el hombre del cual había heredado los ojos su angelito, pero los truenos que bramaban a su espalda no la dejaban pensar... Qué extraño... Habría jurado que ese día no había tormenta. Pero claro, ella estaba encerrada en un psiquiátrico por algo, ¿no? Quizás sí estaba loca. Quizás sí debían apartar a su angelito de ella, para que no pudiera hacerle daño... Pero, entonces, ¿por qué sentía que se habían llevado su alma con él? ¿Por qué ya no sentía su cuerpo? ¿Por qué sus ojos no podían ver nada a su alrededor? ¿Seguía teniendo forma, o se había convertido en nada?