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domingo, 28 de septiembre de 2014

Dibujos en la nieve.

«La sangre sobre la nieve es más roja», pensó, distraídamente, mientras observaba la imagen que tenía a sus pies. No era la primera, ni la segunda vez que la veía. Pero, definitivamente, aquello no estaba dando resultado. Era la cuarta persona a la que mataba, y seguía sin sentir absolutamente nada. 
Cuando todo empezó, pensó que, acabando con los culpables, quizá sentiría cierta liberación, que tal vez eso la ayudaría a superar lo ocurrido hacía ya dos años. 
Suspiró profundamente mientras observaba cómo la sangre de aquel hombre, aquel horrible hombre que le había jodido la vida, se derramaba sobre la nieve que, a esas horas de la noche, parecía tener luz propia. El líquido rojo brillaba, formando dibujos sobre su lienzo improvisado, y ella se dio cuenta de que no eran simples manchas casuales. Otra vez las siluetas de dos personas tendidas se perfilaban con la sangre de un asesino. Cerró los ojos con fuerza y pisoteó la nieve teñida, tratando de hacer desaparecer la imagen de sus retinas, pero los recuerdos no estaban dispuestos a marcharse así como así. Y ella lo sabía; de hecho, estaba convencida de que la acompañarían toda su vida.
Pero aquello no había terminado aún. Todavía quedaba sangre por derramar. Todavía quedaba uno.